TIERRA






  La tierra para el que se la trabaja.


  Antes de plantar nada hay que ir preparando la tierra. Miguel padre lo ha hecho durante el otoño y el invierno, y cuando ahora se mete la mula mecánica, el tempero esta perfecto.
















La parte de nuestro huerto no se utilizó el año pasado, y como ha sido movido antes de plantar, promete un suelo fértil y descansado. Miguel padre sólo ha puesto dos lomos de ajos esta temporada.






 Movemos la tierra y salen los olores vegetales y todo se inunda de sabrosura.



Hacemos varios lomos bien altos. En ellos pondremos los plantones.








  Entre lomo y lomo hay pasaderos y hay alguno en forma de espiral  que hemos colocado en el centro del árbol del caqui. Este año el caqui tiene muchos brotes y pretendemos tenerlo bien regado para que los frutos seas gordos...veremos.













el lomo bajo el caqui




Lomo circular con tres plantones de judias verdes




ajos



maikel y la mula


  De momento vamos regando o refrescando a mano hasta que organicemos qué va con goteo y qué va a ser regado de otra forma...


La madre del árbol.




Con el azadón cavando y moviendo la tierra topé con un antiguo tocón de algún frutal ya desaparecido. Le fui dando azadazos y partí varias cuñas, hasta que en un golpe, abrí su entraña y allí brilló una larva importante que relucía como nácar. Era del tamaño de un langostino, casi blanca menos en el último tercio de su cola anillosa; esta parte estaba llena de sus hijos y proporcionaba a la punta de la larva un color marrón rojizo. La larva estaba viva y movía las patitas delanteras, su cabeza y la mandíbula...todo un espectáculo.
Luego he recordado que los árboles frutales de esta zona mueren irremisiblemente, no de muerte natural, que la tienen, sino por culpa o por parasitación de unas larvas que devoran sus brazos, haciendo sangrar la savia dorada y melosa de albaricoque, cerezos, manzanos, perales... Desarrolla la larva un insecto como escarabajo alargado y negro, que en su espalda lleva un dibujo blanco como un encaje o tatuaje en negativo y que recuerda la calavera de la polilla de "El silencio de los corderos".
Quizá esta larva que encontré sea la madre de estos seres implacables, la dueña verdadera del momento...la madre del árbol.
La he dejado morir en un juego infantil. 
Ella tiene derecho a sembrar su casta por todos los árboles con hueso. Y yo tengo muchas ganas de seguir comiéndome una pera cada verano.

1 comentario:

  1. Y yo hubiera hecho lo mismo, con la duda constante de hacerlo mal, y al tiempo la sensación de haberle ganado un árbol...

    ResponderEliminar